El Museo Thyssen-Bornemisza acoge la exposición “Edvard Munch. Arquetipos”, muestra que ha logrado el regreso del maestro a la capital en forma de una exposición que nos lleva a la faceta más emocional del pintor y que nos aleja de los estereotipos vinculados al autor de “El Grito”.
Veintidós años después Edvard Much regresa a Madrid, en esta ocasión, podremos disfrutar de sus obras en el Museo Thyssen-Bornemisza que ha organizado la muestra “Edvard Munch. Arquetipos” como una de las grandes apuestas para cerrar el año de su programa expositivo.
Melancolía, pánico, mujer, muerte, nocturnidad,…, son algunos de los temas que están recogidos en los arquetipos de Munch. Esta muestra nos invita a explorar la aportación del pintor a la historia del arte moderno y se convierte en una reclamación del sitio que le corresponde como uno de los padres del arte contemporáneo, junto a Paul Cézanne, Gauguin o Vencent Van Gogh.
El Thyssen nos invita a realizar un recorrido a través del catálogo de los arquetipos, las emociones y las obsesiones existenciales del hombre contemporáneo a través de los ojos de un Edvard Munch que nos traslada al amor, el deseo, la ansiedad, la enfermedad o la mismísima muerte.
Edvard Much es el maestro de la inquietud y el gran autor de El Grito, pero es más que eso, es el autor de quien representó el ejemplo de la figura humana, con sus inquietudes y preocupaciones en distintos escenarios como la costa, la habitación de un enfermo, una habitación verde, el bosque, la noche o el propio abismo.
La exposición se estructura en nueve secciones que nos muestran las obras tempranas y las versiones tardías de las emocionantes obras de Munch, que es un ejemplo del juego de las formas planas de la manera más radical que lleva el lenguaje plástica a su máxima expresión con técnicas experimentales, colores simbólicos y la presión del cuerpo o los relieves que muestran el mundo físico y espiritual de la realidad.
El Thyssen nos trae ochenta obras que reflejan la modernidad de la cultura europea y libera la figura de un artista que no solo sufría angustia sino que experimentó las emociones que podía vivir cualquier ser humano de la época.
Así, tras veintidós años, Madrid no solo grita, Madrid aplaude al maestro de la emoción.
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